El Pirineo de Lleida atesora el pueblo más bonito al que viajar este febrero
El frío da un zarpazo en el interior de la iglesia de San Climent de Taüll. Sin ventanas en sus gruesos muros, la luz apenas se filtra más allá de la puerta de acceso, sumiendo el espacio en la penumbra. Suenan unas campanas y su vibración se esparce por la nave. Entonces, líneas de luz dibujan sobre el ábside una mandorla en el centro y una arcada con columnas y capiteles en la franja del medio. La viola, el laúd y las flautas llenan el aire, mientras el color tiñe la piedra desnuda. En un instante, aparece con todo su esplendor el Pantocrátor de Taüll, símbolo del románico catalán.
El videomapping nos traslada al 10 de diciembre de 1123, fecha de la consagración de la iglesia de Sant Climent. Podemos imaginar el impacto que causaría entre la población del valle aquella inmensa policromía. "Son importantísimos los restos que se encuentran en esta iglesia (...) el eje de la bóveda del nicho lo llena la figura de J.C con actitud de bendecir y a la izquierda el libro sagrado dentro del óvalo apuntado y alrededor hay apóstoles, querubines, ángeles, etc...”, escribió Lluís Domènech i Montaner el 11 de octubre de 1904 en su diario: era la primera descripción del Cristo en Majestad de Taüll. Luego llegó en 1907 la Misión Arqueológica-jurídica a la raya de Aragón, organizada por el Instituto de Estudios Catalanes, para proteger este patrimonio único. El equipo estaba formado por Josep Puig i Cadafalch, padre del modernismo catalán, Guillem Marià Brocà, Josep Gudiol, Josep M. Goday y Adolf Mas.
La joya del románico
La carretera L-501 no deja ver el mejor encuadre de la iglesia. La sobria fachada principal no ayuda, aunque en su época el pórtico de piedra que la precedía la sacaba de lo anodino. Al tomar la curva, la cosa mejora: aparece la esbelta torre exenta desafiando a la gravedad con sus seis pisos de altura. Hay que aparcar y bajar y entonces caminar hacia la parte posterior. Entonces sí: ahí está el mejor encuadre posible, junto al costado sur, con el ábside y sus dos absidiolos. Cuando llegó Puig i Cadafalch se emocionó al descubrir que la iglesia conservaba la cubierta con armadura de madera. Era un ejemplo representativo de la fórmula estructural más primitiva del románico catalán, dijo. La decoración lombarda, simple y armoniosa, de los ábsides arranca emoción a una piedra que en la época lucía con matices rojos al estar pintada con almagra.
Mirador del Pla de l’Ermita
Los integrantes de la misión que rescató el patrimonio del valle viajaron hasta los 1.482 metros en los que se ubica Taüll, el pueblo más alto del valle, por caminos, a pie y en mulas, atravesando puertos y desfiladeros. Llegaron a la vall el martes 3 de septiembre de 1907: “El primer trozo de camino era bueno, pero al cabo de una hora se iba haciendo malo, degenerando en pésimo y horrible. [...] A las tres horas de camino me recordaba de la entrada del infierno explicada por Dante”, anotó en su diario el mosén Josep Gudiol. En la actualidad es mucho más cómodo alcanzar la belleza vertical de los Pirineos. El Mirador del Pla de l’Ermita es un buen ejemplo. Está junto a la carretera, al otro lado del barranco que divide en dos a Taüll. Es accesible tras un breve paseo desde el aparcamiento. Las montañas se contemplan sublimes nada más superar unos breves escalones de piedra al pie de la señal que indica el Camí de l’ Ermita de Sant Quirce. Desde el mirador, tenemos a mano el paisaje montañoso y el pueblo de Taüll, con la torre de Santa Maria destacando sobre los tejados y Erill la Vall con la iglesia de Santa Eulàlia, más al fondo.
Pero en Taüll hay otra iglesia más, Santa María
Consagrada un día después que Sant Climent, la iglesia de Santa Maria es la segunda joya románica de Taüll. Ubicada en la plaza Mayor, es la actual iglesia parroquial. Su torre campanario de cinco pisos se levanta como un pequeño faro de piedra sobre el centro del pueblo, haciendo imposible que nos perdamos entre sus calles. En el interior, una reproducción de la pintura mural de la Epifanía recuerda la policromía que caracterizó estas iglesias en su época. Los originales, como ocurre con Sant Climent, se encuentran en el MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya) y los habitantes del valle los pueden ver con una entrada gratuita al museo, gesto con el que se pacta una relación histórica. A diferencia de la de Sant Climent, esta otra iglesia es de acceso gratuito. Al salir, es más que recomendable pasar por la Formatgeria Taüll, con quesos de cabra de un rebaño propio de pasto ecológico que cuidan a 1500 metros.
La galaxia románica de la Vall de Boí
El 5 de septiembre los integrantes de la expedición llegaron a Erill la Vall desde Caldes de Boí, donde habían parado en el balneario -ellos no podía ni imaginar que las aguas termales de Caldes de Boí acabarían inscritas en el Libro Guiness de los Récords por ser el balneario con más variedad de aguas mineromedicinales- para reponer fuerzas tras el esfuerzo de llegar hasta el valle. La Iglesia de Santa Eulàlia era la primera iglesia que iban a visitar de todo el conjunto y no olvidarían nunca la impresión que les causó: “siempre tendré presente la sensación que experimenté a medida que íbamos saliendo del lóbrego escondite [...]. Cada escultura que nos iba llegando a las manos era puesta en pie y relacionada con las demás”, apuntó en su cuaderno Josep Gudiol. Se refería a las tallas del Descendimiento.
En recuerdo a este primer encuentro, se eligió Erill la Vall para instalar el Centro del Románico, donde se recoge todo lo que hay que saber y ver del conjunto de ocho iglesias y una ermita, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: iglesias de Sant Climent y Santa Maria de Taüll, Sant Joan de Boí, Santa Eulàlia d'Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera, la Nativitat de Durro, Santa Maria de Cardet, la Assumpció de Cóll y la ermita de Sant Quirc de Durro. Todas ellas son el reflejo artístico de una sociedad estructurada en torno a la jerarquía de los señores de Erill y el obispado de Roda de Isábena, promotores de todos los templos de la Vall de Taüll. En esta sociedad medieval, la iglesia era lugar de refugio y reunión de los pueblos, además de espacio para el culto, de ahí la utilización de los espectaculares campanarios de torre como elementos de comunicación y vigilancia.
Parque Nacional de Aigüestortes
Lagos glaciares, cataratas y torrentes que nacen de ese perfil en forma de cardiograma que son las cumbres pirenaicas. El agua es el hilo conductor de la verticalidad del paisaje de alta montaña de Taüll, un escenario ideal para sacar partido a las botas de senderismo. La ventaja es que parte del término se encuentra incluido dentro del Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, el único en todo el territorio catalán. Al parque se puede acceder desde cualquier punto geografico y se ramifica mediante una extensa red de senderos que se adentran por sus múltiples valles y asciende entre bosques de pinos y abetos hasta alcanzar los lagos y prados de las zonas altas. El intervalo de altitudes alberga una variada vegetación que va desde bosques caducifolios a bosques secundarios de pino silvestre, prados y pastos.
Una buena puerta de entrada a este mundo natural es el planell d’Aigüestortes. Con una topografía totalmente plana, los bosques intercalados por prados y por vías de agua salvadas por un tinierario circular lo convierten en la opción más accesible y familiar, sin reducir por ello la experiencia del contacto con la naturaleza del valle. Para caminatas mucho más exigentes, hay que subir a las zonas altas donde comienza la ronda de la mayoría de caminos que escalan collados y cimas para alcanzar los refugios de alta montaña. Una de las rutas más epicas es la de Carros de Foc, que pasa por los nueve refugios del parque. Otro clásico es la ruta de la marmota (Embalse de Cavallers - Refugio Ventosa i Calvell) que se desarrolla por un bello paisaje de alta montaña hasta el Estany Negre.
De pueblo en pueblo…
Caldes de Boí, Taüll, Erill la Vall, Barruera, Cardet, Durro, Coll… El trayecto que siguieron los integrantes de la Misión Arqueológica-jurídica a la raya de Aragón pone de manifiesto que el encanto de cualquiera de los pueblos de la Vall de Boí se basa, en realidad, de la red que forman en conjunto. Si el suyo fue un viaje de (re)descubrimiento, el nuestro es uno de descubrimiento. La Vall de Boí guarda la esencia de la Edad Media en pleno Pirineo, repartida en sus pueblos de casas de piedra y tejados de pizarra. Es difícil evitar que las iglesias deslumbren y oculten el resto, pero si no se practica la flânerie por las calles empedradas de los pueblos, difícilmente captaremos la plena singularidad del valle. Los más pequeños como Cardet o Coll hasta los más famosos, como Boí o el propio Taüll, cada uno de esllo mantiene su propio encanto.
Esquiar en lo más alto de los Pirineos
Ubicada en las cotas más altas del Pirineo, la estación de esquí de Boí-Taüll Resort se convierte en el plan perfecto para invierno. Encarada al norte, tiene grarantizada la nieve de excelente calidad. Además, sus 45 kilómetros esquiables están mucho menos masificados que otras estaciones más populares. Su concepto de resort incluye opciones para todos los gustos: desde hoteles y apartahoteles hasta restaurantes y spas, todo diseñado para disfrutar de una experiencia completa en la nieve. Y para los que buscan plan fuera de pistas, ahí está el románico del valle que ayudaron a descubrir pioneros como Lluís Domènech i Montaner y Puig i Cadafalch.