Carlos Mazón rumbo al Valhalla

Fernando Llopis

Valencia

El Valhalla, en la mitología vikinga, era el lugar reservado a quienes caían con honor en el combate. En 'Vikingos', la popular serie televisiva, ese destino aparece constantemente como la meta de los guerreros que luchan sin miedo. Ragnar Lothbrok y su hijo Bjorn Brazo de Hierro encarnan ese espíritu. Bjorn, gravemente herido, se lanza a una última batalla para dar a los suyos una oportunidad decisiva frente a los invasores rusos. Muere de pie, desafiando al enemigo y despistándolo el tiempo suficiente para que los suyos lograran la victoria. Algo así como el Cid, pero en versión nórdica.

Carlos Mazón, todavía presidente de la Generalitat en funciones, acudió a la comisión de investigación del Congreso sobre la dana en una de las comparecencias más tensas de su trayectoria política. Con su experiencia parlamentaria, yo esperaba que utilizase la ocasión para responder con firmeza a unas acusaciones que, según se intuía, iban a centrarse más en el desgaste político y personal que en el análisis técnico de la catástrofe.

Y, al igual que el batallón de opinión sincronizada afín al sanchismo ha defendido públicamente la inocencia del fiscal general del Estado antes, durante y tras el fallo del tribunal, ese mismo batallón han insinuado la responsabilidad de Mazón en las más de doscientas muertes provocadas por la dana. Y conviene subrayar que las responsabilidades penales o administrativas solo pueden determinarse mediante resoluciones judiciales o expedientes oficiales; cualquier otra imputación pertenece al ámbito de la opinión política.

Un ingeniero de caminos con el que hablé lo resumió con claridad: «el factor determinante de la tragedia fue la enorme ola que arrasó la zona». Pero añadía también que, según diversos expertos, la urbanización de zonas de riesgo y la paralización de infraestructuras hidráulicas previstas en su momento podrían haber influido en la magnitud del desastre. Entre ellas, obras contempladas en el Plan Hidrológico Nacional de la época de José María Aznar, cuya derogación formó parte de negociaciones políticas posteriores entre el PSOE y Esquerra Republicana de Cataluña (ERC).

Eché en falta que Mazón recordara de forma clara que estas decisiones de política hidráulica fueron adoptadas por gobiernos anteriores del PSOE y ERC, representados en la comisión por diputados como Gabriel Rufián o Alejandro Soler. Este último dirigió preguntas insinuantes sobre la conocida comida de El Ventorro, cuya relevancia para los hechos investigados sigue siendo objeto de debate público.

Habría sido deseable que las intervenciones se centraran exclusivamente en hechos acreditados relacionados con la gestión de la catástrofe y no en este tipo de desviaciones. Más aún cuando Soler, a la vista de las polémicas que en su momento generaron determinadas informaciones periodísticas sobre su ámbito personal, podría haber optado por una mayor prudencia.

También Mazón podría haber aprovechado para recordar de manera más clara que el ejército tardó más de tres días en socorrer a los afectados por la dana, mientras en las pasadas inundaciones de Bilbao, a pesar de la amnesia de la diputada del PNV, acudieron rápidamente. Esto de la amnesia selectiva también parece haber afectado al líder de esta, Aitor Esteban, que parece haber olvidado las condiciones que le pusieron al PSOE para apoyar la moción de censura contra Rajoy. Pero, ¿qué se puede esperar de quienes, en el aniversario del 20N, se proclaman gudaris antifascistas mientras ignoran episodios históricos documentados sobre su vergonzosa rendición en la Guerra Civil?

Tengo la impresión de que Carlos Mazón acudió a la comisión sin la preparación estratégica o la motivación que la situación requería. Aunque se trataba de una comparecencia especialmente complicada, podría haber sido una oportunidad para explicar sus decisiones, asumir eventuales errores (como algunos nombramientos cuestionados por su experiencia en gestión de emergencias) y, al mismo tiempo, plantear interrogantes sobre las actuaciones, consideradas por diversos analistas como incompetentes, de la ministra de Transición Ecológica (falta de obras en la zona), la delegada del Gobierno (la gestión de los cortes de carreteras) y el presidente de la Confederación Hidrográfica (¿hizo bien algo aquel día?).

El PP ha vuelto a agachar la cabeza como hizo con Rita Barberá y ha ofrecido en bandeja de plata a su enemigo las cabezas de un presidente autonómico, dos conselleres y un secretario autonómico. Ignoro si esperaban obtener piedad de su enemigo, pero si lo esperaban parece que no la han obtenido. La soledad de Mazón aquel día en el congreso contrasta con el apoyo entusiasta de toda la izquierda y ultraizquierda al fiscal general condenado.

El PP sigue sin darse cuenta no de que hay que destrozar a la izquierda como piden estos respecto a la derecha, sino que hay que derrotarla en las urnas y a ser posible de forma aplastante. Y para ello es imprescindible no aceptar culpas ajenas, no tolerar insultos, y no ceder el relato político a quienes no dudan en utilizarlo como arma. Hay que luchar, con medios democráticos, pero luchar; no esperar, como Rajoy en la puerta del cementerio, a que pase el cadáver político del adversario. Y asumir que Sánchez no es de la misma pasta que Zapatero.

Si realmente existiera el Valhalla, Bjorn sería recibido allí con honores por Odín. Ignoro cuál será el futuro inmediato de Mazón, pero está claro que aún tiene margen para rehacerse políticamente y decidir si quiere librar sus batallas de pie o permitir que otros escriban su relato.