Borja Capponi: “La televisión me utilizó para ganar dinero y después me dejó caer como un juguete roto”
Cuando recogió a Lucas de la perrera, amenazaba con morder a todo el que se le acercaba: a saber qué había vivido el animal. A Pimpinello se lo encontró abandonado antes de un verano: alguien se fue de vacaciones y se lo quitó de en medio. Lobita llegó con un largo historial de malos tratos a la vista. Y ahí sigue con su trauma la perrita negra. Ve a una persona desconocida y su reacción es automática: baja la cabeza, esconde el rabo, recula. Los hermanos Dalton (cinco podencos naranjas que descansan al sol) iban a ser arrojados al río a las dos semanas de nacer....
Pero no hemos venido hasta aquí para hablar de cómo casi pierden la vida todos estos perros acogidos por Borja Capponi, sino para hablar de cómo casi la pierde él. De cómo el famoso adiestrador canino de la televisión alcanzó la fama con Malas pulgas y luego sobrevinieron el olvido y la depresión. De cómo el madrileño se convirtió de repente en una celebridad a la que paraban por la calle y de cómo terminó sin comida, sin agua y sin luz; alimentado por sus vecinos; endeudado y abandonado junto a sus 14 perros.
"La televisión arruinó mi vida", dice. "No quería vivir. Tenía la sensación mental de querer dormir y no despertar para no acordarme de nada". Así que esta historia va de la perra vida. Del maltrato animal, pero sobre todo del humano. De una subida vertiginosa y de una caída a cámara lenta. De la picadora de carne que -a veces- es el éxito televisivo y del becerro de oro de las audiencias.