Torreciudad, 50 años después: «Comunión» frente a las «voces que se alzan para dividir»

El obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, presidió una Eucaristía de acción de gracias el sábado 5 de julio por el 50 aniversario de la inauguración de Torreciudad —que se celebra este lunes— «y por la presencia fecunda de la prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei en nuestra diócesis», dijo durante la homilía.

El lugar «es más que un conjunto de edificios de ladrillo y piedra». El prelado lo definió como un «complejo arquitectónico sublime, nacido del corazón mariano de san Josemaría Escrivá». Y añadió: «Es un lugar donde la gracia de Dios se derrama incesantemente desde hace medio siglo, acogiendo a peregrinos, familias, sacerdotes, jóvenes, ancianos, gentes de toda condición, que encuentran aquí paz, reconciliación, y la mirada maternal de María».

Desde aquel 7 de julio de 1975, «Torreciudad se ha convertido en un faro de fe mariana, en un hogar para las familias, en un lugar de gracia donde tantos han redescubierto la ternura de Dios a través de su Madre». En el templo, según el prelado, «se escuchan confidencias, se renuevan promesas matrimoniales, se derraman lágrimas de conversión, se experimenta la misericordia divina en el sacramento de la penitencia, se bendicen proyectos de vida y se confía el futuro a la Virgen». Aquí «late, de manera silenciosa y sencilla, la espiritualidad que san Josemaría enseñó: santificar la vida ordinaria, descubrir a Dios en medio de lo cotidiano, hacer de cada rincón del mundo un lugar donde Cristo reine».

Por todo ello, «hoy expresamos nuestra gratitud, en primer lugar al Señor y a la Virgen, pero también a todos los miembros» del Opus Dei «que a lo largo de estos 50 años, han mantenido vivo este espacio de oración, de formación, de hospitalidad y de servicio eclesial en el corazón de nuestra diócesis».

Por último, Ángel Pérez Pueyo advirtió que «a menudo se alzan voces para dividir, para desacreditar o para enfrentar». Es este contexto, «el espíritu de unidad, de humildad y de amor a la Iglesia que san Josemaría vivió y predicó es un testimonio luminoso. Él nos enseña, también hoy, que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino llamada universal; y que la fuerza de la Iglesia está en la comunión, en la caridad, en la confianza de saberse hijos de un mismo Padre y hermanos en la misma fe».

De igual forma, «hoy queremos renovar juntos el compromiso de seguir caminando en unidad, en comunión, valorando lo que nos une, sin miedos ni recelos, porque en la Iglesia todos somos necesarios, y porque la Virgen de Torreciudad nos tiende su mano maternal para seguir haciendo de este lugar un hogar espiritual abierto a todo».