¿Podrá Jordi Pujol eludir su propio juicio?
A los 95 años, Jordi Pujol se enfrenta, finalmente, al banquillo de la Audiencia Nacional por la conocida trama que afecta a él y a sus siete hijos: delitos de asociación ilícita, blanqueo de capitales, falsificación de documentos, y contra la Hacienda Pública.
Pero en lugar de afrontar el proceso con la misma contundencia con la que ellas y ellos –la familia Pujol– acumularon riqueza y poder en su día, lo que emerge es una estrategia calculada de demora, de dilación, de buscar “condiciones favorables” para la declaración. Un viejo dirigente que parece querer evitar pisar el estrado, no tanto por dignidad o salud, sino por conveniencia.
a) Informes médicos y “capacidad” para declarar
La defensa de Pujol ha presentado tres informes médicos que aluden a un deterioro cognitivo progresivo, con el objetivo de que la Audiencia Nacional valore si está “en condiciones de ser juzgado” o, al menos, de asistir al juicio físicamente.
Ese planteamiento tiene doble efecto: por un lado, si prospera la idea de que no puede afrontar condición plena, se abre la puerta a que el proceso contra él se debilite; por otro, permite reclamar (y ya lo reclaman) que su declaración sea virtual, por videoconferencia, y que no tenga que personarse en Madrid.
b) Televisión desde el sofá
La petición de declarar telemáticamente responde a una lógica que ya todos conocemos: deja al acusado en casa, reduce la visibilidad pública del momento, reduce la incomodidad, genera una imagen de “viejo enfermo” más que de responsable ante el tribunal. En el caso de Pujol el mensaje está cargado: “no estoy bien”, “¿quién me lo impide?”, “véanse ustedes el juicio sin mí”. Esa metáfora de “ausencia” es políticamente punitiva.
c) La excusa de la edad
Incluso el actual presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ha entrado al trapo: preguntado sobre si un hombre de 95 años debe acudir al juicio, ha contestado que “hay que considerar su situación de edad y salud”. Es un guiño institucional a la estrategia de defensa: que la justicia sea “amable” con el abuelo de la política catalana. Pero, ¿es acaso la justicia para tener gestos cuando se trata de corrupción?
¿Qué está en juego?
Retraso, desgaste y olvidos: Si Pujol no está presente, el juicio se alarga, se diluye la impresión pública, las pruebas pierden frescura, los testigos envejecen. Es un clásico de la defensa a largo: agotar el calendario, cansar al tribunal, cansar al público. Ya se ha señalado que la vista podría prolongarse hasta mediados de 2026. Es más, ¿quién nos asegura que el juicio podrá contar con un Jordi Pujol “saludable” durante todo su proceso?
Imagen pública y legado político: Pujol dominó la política catalana durante décadas bajo la bandera del nacionalismo convergente. Ahora, su presencia en el juicio y su comportamiento –ausente, enfermo, remoto– puede quedar como un último acto simbólico de esquiva del poder que él representó. De hecho, es una forma de “escaparse” de la Ley, aunque sin coche ni maletero, como su sucesor Carles Puigdemont.
Igualdad ante la ley: Si la estrategia prospera, se envía un mensaje: “Cuando llegas lo suficientemente alto y lo suficientemente mayor, puedes evitar estar físicamente ante el tribunal”. Eso contrasta brutalmente con lo que se pide para los ciudadanos normales.
La estratregia entorno
El entorno de Pujol –su defensa, sus hijos, su círculo político– está moviendo las piezas con una sutileza calculada. Lo que estamos viendo no es sólo un juicio más de corrupción: es el intento de una élite política de su clase de redirigir el foco, de modular su presencia, de hacer del juicio un trámite remoto. Es una lección de cómo el poder no sólo se corrompe, sino que se protege al final, cuando ya no gobierna.
Que Jordi Pujol declare o no, no es secundario: lo crucial es que su entorno parece convencido de que el “acto patriarcal del gran político” no debe transcurrir en plena vista pública, con su voz y su presencia incómoda.
Y eso debería alarmar a cualquiera que crea en la igualdad ante la ley. Porque si el patriarca está demasiado enfermo, demasiado viejo, demasiado débil para comparecer, ¿qué mensaje se manda a los ciudadanos sobre rendición de cuentas, sobre responsabilidad, sobre justicia?