Solo puede quedar uno
Los inmortales es una película ochentera que narra la historia de una raza especial de hombres que solo pueden morir si son decapitados y que están condenados a luchar entre sí hasta que solo quede uno de ellos. De la película han llegado a nuestros días una maravillosa canción de Queen, Who Wants to Live Forever, y la frase que da sentido a la historia: «solo puede quedar uno».
Si la vida es efímera, la vida política suele serlo todavía más, a pesar de los intentos de muchos por sobrevivir no solo a los cambios y vicisitudes que afectan a cualquiera que se dedique a este mundo, sino también a las inevitables batallas de poder entre políticos.
Como en la película, para cualquier inmortal todo podía parecer tranquilo y aburrido… hasta que aparecía otro inmortal en pantalla, obligándote a enfrentarte a un duelo a muerte, intentando que, al final, tu cabeza siguiera unida al tronco. Algo así le ha ocurrido al presidente de la Generalitat Carlos Mazón.
Tras quince años en silencio, el expresidente de la Generalitat, Francisco Camps, fue absuelto de todos los delitos que se le imputaban y trató de volver a la escena mediática.
Tuve la oportunidad de entrevistar a Paco Camps apenas unos días antes de la DANA. Vi a un hombre dolido, porque sentía que su partido no le había reconocido el gesto de lealtad que supuso dimitir en aquellos momentos tan difíciles. Pero no solo eso: Camps mostraba su preocupación por la deriva orgánica en la que, según él, se encontraba su partido. También vi a un hombre con ganas e ideas para aportar a la política valenciana.
En aquellos días, nadie pensaba que podrían reabrirse los enfrentamientos entre campistas y zaplanistas, que tuvieron lugar cuando Paco Camps sustituyó —con un interinaje de por medio— al presidente Eduardo Zaplana. Carlos Mazón, del grupo de los segundos, se encontraba muy fuerte al mando de la Generalitat, y Vox le había hecho un gran favor al abandonar el gobierno.
Pero unas lluvias torrenciales y un torrente de incompetencia dieron la vuelta al tablero. Mazón pasó a ser señalado y, ante la falta de liderazgos alternativos —es lo que tiene la política cesarista—, Camps empezó a incrementar sus posibilidades. Su mensaje de «hay que recuperar el Partido Popular de las mayorías absolutas» parece haber calado en parte de la militancia, como demuestra el éxito de convocatoria de su último acto en Valencia.
El equipo de Mazón ha mostrado su desdén ante este tipo de acciones, indicando que ahora toca centrarse en la reconstrucción. Es lógica su postura, pero también cabe señalar que de Camps no se ha escuchado una sola palabra de crítica hacia los dirigentes de su partido. Camps es inteligente y sabe que eso, ahora, no toca.
Mientras tanto, Feijóo, empeñado en su batalla nacional con Pedro Sánchez, parece no querer prestar demasiada atención al «problema valenciano» y prefiere congelar la situación, esperando que se resuelva sola. No creo que eso vaya a suceder, y al final tendrá que tomar una decisión en un sentido o en otro: de forma salomónica o a través de un tercero. Toca comprar palomitas para seguir el detalle de los acontecimientos.
Volviendo a la película, en ella dos inmortales generan cierta amistad que les impide acabar el uno con el otro, pero aparece en escena un inmortal supermalvado ante el que tienen que unir fuerzas.
Si hay un villano para nuestra comunidad, ese es Pedro Sánchez. Las acciones de asfixia económica que estamos sufriendo, sumadas a la nula ayuda prestada para la reconstrucción de las zonas afectadas por la DANA, hacen que, de una forma u otra, sería recomendable que Camps y Mazón fuesen generosos y, antes de intentar acabar el uno con el otro, hicieran frente común contra el villano Sánchez.
A lo que cantaba Freddie Mercury: Who wants to live forever?, yo me atrevería a responder que, en el mundo político, seguro que Mazón y Camps. Pero si hay alguien que los supera en ansia, es sin duda Pedro Sánchez, dispuesto a vender a los independentistas su sable de samurái —y a nuestras madres, si fuese necesario— con tal de seguir siendo inmortal en política.