La Confederación y el rugido de la marabunta

Fernando Llopis

La bibliotecaria apenas se inmutó cuando mi yo de hace casi cincuenta años le pidió un libro sobre la marabunta. Mi inquietud venía por la película 'Cuando ruge la marabunta', en la que Charlton Heston se enfrentaba a una horda de hormigas devoradoras que amenazaban con arrasar su plantación. La solución parecía sencilla: abrir una pequeña presa para que el agua arrasara con los millones de insectos. El plan era perfecto, salvo por un detalle: la tarea se le encarga a Fatman, un orondo trabajador que decide echarse una siesta y solo se despierta cuando las hormigas ya han empezado a devorarlo.

Probablemente soy injusto, pero no puedo evitar imaginar a Fatman como el equipo de la Confederación Hidrográfica del Júcar, pero sin que les devore nadie. En teoría, eran los responsables de controlar el flujo del agua que atravesaba los diferentes barrancos. Sospeché que ahí estaba el punto crítico del desastre cuando tanto desde el Gobierno central como desde la propia Confederación intentaron, sin éxito, convencernos de que aquello no era responsabilidad suya.

Todavía no se sabe cuántos trabajadores de la Confederación estaban controlando la situación en los momentos más dramáticos. Algunos aseguran que, si la crecida del barranco del Poyo hubiese tenido lugar por la mañana, podría haberse detectado a tiempo. Tampoco está claro cuán fiables eran los escasos sensores instalados por la Confederación en la zona.

Si a eso le sumamos la inexplicada retirada de los bomberos forestales de los lugares donde podrían haber detectado visualmente la crecida, el desastre era cuestión de tiempo por la falta de información en tiempo real. Así fue como, cuando la consellera Pradas y su equipo entraban en la sala del Cecopi, el drama ya estaba servido.

Siempre pensé que una sala de emergencias era como las que se ven en las películas o, al menos, como las de muchas empresas que, mediante varios monitores, controlan en tiempo real ventas, almacenes y otras operaciones. Pero en la Comunidad Valenciana, nos encontramos con una sala de paredes blancas, sin pantallas ni sistemas adecuados, donde los responsables tenían que consultar la situación a través de sus teléfonos móviles. Encima, parece que la cobertura tampoco era buena.

La imagen que se ha hecho pública de aquellos momentos es vergonzosa. Nadie había preparado nada para una catástrofe de esa magnitud. Y esa era la sala, tras ocho años de gobierno de izquierdas, unos meses de una consellera de Vox, y ahora otra del Partido Popular. Nadie se preocupó de algo tan básico como mantener protocolos de comunicación eficaces con la Confederación, que, al parecer, se basaban en correos electrónicos… Con un sistema que tendía a desconectarse.

La jueza de Catarroja se ha centrado en la tardanza del envío de mensajes del sistema Es-Alert, pero quizá habría que preguntarse, como hacía el recientemente fallecido Vargas Llosa: «¿Cuándo se jodió el Perú?» Probablemente la respuesta nos llevaría muy atrás, y entiendo que nadie quiera meterse en ese jardín. Pero políticamente está claro: pocos pueden dar lecciones de gestión de emergencias, porque nadie ha trabajado en serio en la prevención. Ni antes, ni ahora.

Quizá si estos responsables se hubiesen comportado como aquel niño curioso que fue a la biblioteca a aprender sobre marabuntas —solo para descubrir que no existen en nuestra tierra—, las cosas hubieran sido distintas. Recuerdo que en ese libro también aprendí sobre los diferentes tipos de arenas movedizas y cómo salir de ellas. Es preferible saber algo que nunca necesitarás, que ignorar lo que un día podría salvar vidas.

Muchas muertes se podrían haber evitado si los responsables de emergencias hubiesen dedicado un mínimo de esfuerzo a prever cómo actuar ante un fenómeno improbable, pero no imposible, como las lluvias torrenciales de aquel día. En la película, Charlton Heston, cubierto de petróleo, se sacrifica heroicamente para detener a la marabunta. Lástima que, aquel día, la mayoría de los responsables se parecieran más a Fatman que a Charlton Heston.