¿Es pronto para que el Camino me de respuestas?
Leopoldo Bernabeu
Me paro a pensarlo, quizás menos veces de las que debiera, y concluyo que todavía no soy consciente de lo que hago y de donde estoy. Me veo en forma y esas ganas de hacer kilómetros, contrastan con uno de los pilares del Camino, disfrutar del paisaje.
Detengo mi mente y fijo la mirada en los impresionantes y cambiantes paisajes que voy sorteando, para deducir que estoy en el Camino y no en un sendero más alrededor de mi zona de confort. No es tarea fácil aunque te lo parezca al leerlo. No he desconectado todavía, sigo queriendo tenerlo todo bajo control. Y esto no funciona así.
¿Qué es el Camino?, ¿para qué he venido?. Es complejo llegar a saberlo con certeza. Los misterios de la incertidumbre vuelan de nuevo poseídos a mi alrededor.
El Camino pueden ser todas las cosas que uno quiera que sean. Unos días de vacaciones dedicados al saludable arte de caminar, un objetivo que te marcaste hace tiempo sin saber bien porqué, incluso una promesa interior en respuesta a eso que hacen tantos otros y tú no...
Pero de repente estás aquí, empiezas hacer kilómetros y vuelven las preguntas. Todo va demasiado deprisa y sigues sin resolver las dudas. No lo creerás, pero es esa una de las magias que te depara esta aventura. A mí me la han contado muchas veces en la radio, pero no la entiendes hasta que te pones.
Antaño el Camino era una forma de cumplir promesas que en algún momento se hacen, también una forma de agradecer algo que, por suerte, se cumplió. Tantas cosas son que... sólo el propio Camino te lo puede aclarar. Tiempo hay de sobra. Quizás se refieren a esto cuando nos dicen que nos corramos.
Siempre tuve claro que lo hacía completo o no lo hacía, y en ello estoy. Tú lo sabrás igual que yo, no escondo nada ni miento nunca a mi bolígrafo.
El consejo de mis experimentados amigos es que ande despacio y disfrute el momento. Lo intento. Camino bastante deprisa, hago muchos más kilómetros de los que aconsejan las guías que invaden el móvil, pero disfruto, y mucho. A mi manera. Sólo dos días llevo y ya son varios capítulos los que podría escribir. No intento describir lo que veo porque, o ya lo conoces o hay mil sitios mejores que este para descubrirlos. Escribo sobre lo que siento, que es el verdadero motor que nos termina trayendo hasta aquí, en vez de estar dos o tres semanas retozando en una hamaca bajo el sol inflándote a cerveza.
Salí de Saint Jean con los nervios agazapados bajo la capa del inexperto. Todos luchamos contra nuestros miedos, mucho más expuestos cuando nos invaden las incertidumbres. Disfruté de una etapa que no es para todos. Tenlo en cuenta por si decides venir. Frío, lluvia, niebla, un desnivel descomunal y más de un susto, me condujeron seis horas después hasta Roncesvalles, donde no quise quedarme y fue un acierto.
Mi sorpresa, una de tantas, fue comprobar que fueron varias de mis caras conocidas, las que tomaron esa misma decisión.
Hoy he madrugado en Espinal después de otra noche perfecta. Nublado y con amenaza de lluvia, por momentos te olvidas que estás a 30 de julio y en España. A caminar, de nuevo sin destino.
Escuché a los demás compañeros de cena peregrina y valoré la posibilidad de quedarme en Villava. De nuevo sucedió lo mismo, de ahí que no pueda preveer nada porque sería un error. He acabado en Pamplona, en un bonito albergue de donativo, 36 kilómetros y 8 horas después. Según las rutas preestablecidas, llevo tres etapas en dos días. Pues vale...no es ningún reto. Hago lo que me apetece.
La de ayer tiene un pase, rompepiernas, la de hoy no, un maravilloso caminar entre senderos, pueblos, paisajes, luces y sombras, ríos, prados verdes, cielos en parte encapotados y animales que miran con desdén al peregrino, fruto de la costumbre.
Merkivitz, Lintzoain, Zubiri, Ostériz, Urdáiz, Larrasoaña y la propia Villaba, jalonaban una ruta que nada tiene que ver con la de ayer e invita, mucho más, a la pausada y profunda reflexión. No se te sale el corazón por la boca ni tienes que estar pendiente de no perderte por culpa de la espesa niebla.
La perfecta señalización permite que el silencio empiece a llegar a tu interior y el Camino de Santiago empiece a hacer su trabajo.
¿Qué es el Camino?, la posibilidad que me he dado para volver a conocerme, para saber si de verdad soy tan valiente cuando no estoy en mi zona de confort, si soy capaz de manejarme sin agenda establecida. Soy uno más, por fin comprendes que no eres nadie y la experiencia supone un maremágnum de felicidad. El anonimato permite descubrir que tu alrededor es un enjambre de plenitud. Callar y escuchar es vertiginoso. El mundo es todo eso que va mucho más allá de lo que nos rodea.
¿Está el Camino empezando a entrar en mí?. No es oro todo lo que reluce, pero nadie tienes a quien echar la culpa. El Camino es sólo la excusa perfecta para descubrirte a tiempo. La vida es solo una y nos vamos igual que vinimos. Sé que lo sabes, pero ¿estás haciendo todo lo que puedes para que sea la mejor posible?. Si necesitas contestarte, vente al Camino y se lo vas preguntando. Lo puedes hacer cuantas veces necesites cada día hasta que encuentres la respuesta.