Elisio Da Silva: “El deporte es el camino más rápido, sencillo y efectivo hacia una larga vejez, activa y saludable”
Durante milenios, los humanos hemos mirado al envejecimiento como una fatalidad ineludible, un lento declive marcado por la pérdida de vitalidad y el acecho de la enfermedad. Pero hoy, en pleno auge de una revolución médica y tecnológica sin precedentes, ese guión parece estar reescribiéndose.
Hoy se observa con preocupación cómo la industria de la longevidad —que moverá más de 44.000 millones de euros para 2030— se llena de charlatanes. Pero también con esperanza: tecnologías emergentes, intervenciones clínicas y simples cambios de hábitos están ofreciendo la posibilidad no solo de vivir más años, sino de vivirlos mejor.
Aunque tener antecedentes familiares de enfermedades graves puede parecer una condena, la genética solo explica un 20% de nuestra longevidad. El otro 80% está en nuestras manos: lo determinan nuestros hábitos, el entorno en el que vivimos y nuestras decisiones cotidianas.
Mientras influencers promueven terapias carísimas y modas pasajeras, la ciencia es clara: moverse es lo más eficaz para frenar el envejecimiento. Basta con caminar a paso rápido 150 minutos por semana para añadir hasta 4,5 años de vida. Y si se incorpora entrenamiento de fuerza, los beneficios se multiplican: se previenen fracturas, se reduce el dolor articular y se mantiene la masa muscular, vital para una vejez independiente. Ejercicios simples como sentadillas, flexiones o caminar por las escaleras también cuentan.
Entre todas las dietas estudiadas, la mediterránea —rica en frutas, verduras, legumbres, granos enteros y grasas saludables— destaca por su capacidad para reducir inflamación, controlar el azúcar y combatir las principales enfermedades crónicas.