Vox capitaliza en Aragón su cuarto acuerdo de gobierno ante un PP diluido
La firma del acuerdo de Gobierno en Aragón, escenificada este viernes por PP y Vox, tiene múltiples lecturas más allá del «cambio» político salido de las urnas del 28 de mayo. La primera, en clave regional, es la de la ausencia del futuro presidente, Jorge Azcón, en la rúbrica tras no fructiferar su intención de gobernar en solitario. Intentó antes la vía de pacto con Teruel Existe y el PAR, que le dejaba a dos de la mayoría, pero el bloqueo de Vox, con sus siete, ha sido más fuerte. La segunda, en clave nacional, es la alianza entre las formaciones del centro a la derecha, que ya acumulan cuatro gobiernos autonómicos de coalición y un acuerdo programático en Baleares, a falta de la resolución de Murcia. Y la tercera, en clave interna, la apropiación del relato de los pactos por parte del partido de Santiago Abascal frente al perfil bajo de los populares.
Porque mientras el presidente de Vox presumía, minutos después de rubricar la alianza, que el programa de su formación «estará razonablemente incluido en las políticas de Aragón» para «levantar diques contra las amenazas de Sánchez y sus cómplices», su homólogo en el PP, Alberto Núñez Feijóo, y su directiva ponían el foco en el bloqueo del PSOE a un Gobierno conjunto en Ceuta, una polémica que se diluía pues el interés viraba hacia Zaragoza, precisamente, por la ausencia de Azcón. Ni una sola mención desde las altas esferas, más allá de un tuit del propio Azcón: «Comenzamos una nueva etapa. Avanzamos para dar a Aragón un Gobierno de cambio, que cuide de los aragoneses y que ponga Aragón por encima de todo».
Mientras, la izquierda se afanó de nuevo para vincular a Feijóo con «la ultraderecha». La portavoz del PSOE, Pilar Alegría, apuntó que el PP «ha unido para siempre» su camino a Vox y su candidato «ni siquiera ha dado la cara». Anticipa Alegría una línea de ataque a Feijóo que volverá sobre él durante toda la legislatura, si, como parece previsible, ejerce de líder de la oposición. «Siguen sacando adelante los pactos de la vergüenza con Vox allí donde gobiernan, acordando el retroceso, sincronizados y mimetizados», atacaba el secretario de Organización, Santos Cerdán.
Del 23-J, el PP salió dubitativo sobre su caminar junto a Vox. Fue claro Juanma Moreno, el barón andaluz, en una entrevista en este diario el pasado domingo, donde pedía mirar menos por «el retrovisor de la derecha». El andaluz y Ayuso, aunque en otro sentido, piden un liderazgo ante Vox como los que ellos ejercen con éxito. Pero el pacto en Aragón, lejos de exhibir una nueva firmeza, presenta al PP diluido. «Ni siquiera ha dado la cara», dejó dicho Alegría, para explotar ese mantra de que el PP vive acomplejado ante Vox; «avergonzados», en palabras de Cerdán.
Fuentes de Génova justificaban que «las direcciones del PP en cada territorio tienen autonomía para buscar los mejores acuerdos de gobernabilidad para sus regiones», como ha sucedido en Aragón, Extremadura, Comunidad Valenciana o Castilla y León -esta hace más de un año, justo a la llegada de Feijóo a la Presidencia-. Y, ciertamente, en cada lugar se ha desarrollado de manera distinta. Apresurado en Valencia, órdago de vuelta en Extremadura y frustración en Aragón, donde se había prometido lo que la aritmética desmiente.
También han sido diferentes en la plasmación pública. En todas ellas, a excepción de la de ayer, los líderes del partido estaban presentes en el momento definitivo. Lo hizo la extremeña María Guardiola, pese a la polémica previa; lo hizo Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León y lo hizo el valenciano Carlos Mazón, que no apareció en la rúbrica pero sí estuvo en la reunión de la que salió el acuerdo. La última imagen de Azcón con el líder regional de Vox, Alejandro Nolasco, data del 13 de junio, durante la ronda de contactos.
La portavoz popular, Ana Alós, aseguró en la rueda de prensa posterior a la firma, que en Aragón «se ha hecho lo que se ha hecho en otras comunidades autónomas como Baleares». Pero allí, el partido de derecha radical no está dentro del Gobierno.
Fuentes cercanas al presidente aragonés no dan importancia a ese factor y defienden que supone situar a su líder «por encima», equiparando a su portavoz con un vicepresidente. «Se puede pensar lo que sea, pero en el Gobierno el que manda es el presidente», señalan las mismas fuentes, que valoran que el acuerdo es «mejor» que los de Mañueco y Mazón, porque Vox cuenta con menos consejerías. Pero la carga ideológica es mayor, superior incluso al de Baleares, donde se firmó sin que Vox pueda controlarlo desde dentro. «Son áreas donde no se puede dar la batalla ideológica, de pura gestión. Es un acuerdo medido, donde mandan poco y su vicepresidencia son tres direcciones generales unidas», señalan fuentes del PP consultadas por EL MUNDO.
En la parte popular, dentro de ese acuerdo, también se valora en positivo que Vox «acepta el término violencia machista», que aparece dos veces -como violencia intrafamiliar, terminología que defienden los de Abascal- y que el presidente nombrará directora general del Instituto de la Mujer a Marifé Antoñanzas, hasta ahora concejal de Igualdad de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Zaragoza que dirigía Azcón, para darle «pedigrí» a un área que puede entrar en conflicto con su socio. «Vox tiene que aterrizar en la realidad y se va a ver que no son capaces de imponer su agenda porque no vamos a ceder ni una sola vez», remarcan fuentes del PP de Aragón, que insisten en un liderazgo que ayer no exhibieron en público. También agregan que se puso una línea roja en el trasvase del Ebro, que Vox llevaba en su programa, amenazando incluso con repetir las elecciones.
Sí se promete derogar la Ley de Memoria Democrática autonómica; reformar la Ley Trans autonómica; suprimir la Dirección General de Política Lingüística y eliminar todas las ayudas en esta materia a entidades sin ánimo de lucro o entregar ayudas directas a agricultores y ganaderos contra la sequía, en un guiño para atraer los apoyos del PAR.