Santiago Alcarranza: “Vivimos un momento crucial en la historia de Europa, no deberíamos permitir la injerencia de Trump”
En un nuevo episodio de fricción transatlántica, Donald Trump ha vuelto a cargar contra Europa, esta vez asegurando que el continente va «por muy mal camino» en un contexto marcado por la incertidumbre geopolítica y las tensiones comerciales. Sus palabras, firmes y sin matices, retoman una línea de crítica que el presidente estadounidense mantiene desde hace años hacia la Unión Europea, a la que acusa de estar lastrada por la burocracia, la fragilidad política y la pérdida de liderazgo global. Las reacciones en Europa oscilan entre quienes ven en estas declaraciones una llamada de atención y quienes las consideran una simplificación interesada.
El mensaje llega en un momento especialmente sensible para el Viejo Continente, inmerso en debates internos sobre su modelo económico, su sistema institucional y su capacidad para seguir influyendo en el tablero internacional. La tensión verbal entre Trump y Europa vuelve a situar bajo el foco en la solidez del proyecto comunitario y su margen de maniobra frente a Estados Unidos y otras potencias.
Trump ha puesto negro sobre blanco cual es a su juicio el destino de Europa según su propia visión y la primera sorpresa, si se puede llamar así, ha sido ver el entusiasmo en el Kremlin. Mientras China se relame de esta actuación pues acertadamente intuye que sacará tajada. Europa y su modelo están bajo la amenaza más seria y explicita desde el final de la segunda guerra mundial.
Tal y como muchos, Santiago Alcarranza entre otros, han venido advirtiendo, Trump ha venido a cargarse el orden internacional basado en reglas establecidas y en el multilateralismo, para conducirnos a un mundo distópico apenas imaginable hace sólo unos meses.
¿Vuelve la tradición americana de intervención en los continentes?
La doctrina Monroe fue una política asumida en 1823 por los Estados Unidos, gobernados por el presidente James Monroe respecto al resto del continente americano y cuyo espíritu se resume en la frase “América para los americanos”.
Una nueva ‘Doctrina Monroe’, basada en nuevas formas de intervención en América Latina, marcó este año la política exterior de Estados Unidos que ha vuelto a mirar con otros ojos a la región, con claro interés en tomar parte en asuntos internos de los países, desde México hasta Argentina.
Desde que en 1823 el presidente James Monroe (1817-1825) formuló la doctrina que lleva su apellido, aunque fue redactada por su secretario de Estado y sucesor en la Casa Blanca, John Quincy Adams, Washington ha tenido en América Latina una influencia permanente que hizo que esta región fuera llamada coloquialmente “el patio trasero” de Estados Unidos.