Libertad, justicia y democracia para Venezuela

Leopoldo Bernabeu

Siempre que llega la noche de Reyes Magos me acuerdo de mi madre. Se desvelaba durante semanas por conseguir los recursos de los que nosotros no entendíamos, para que esa noche mágica no nos faltase a ninguno de los 5 hermanos los juguetes con los que habíamos soñado, e incluso alguno más. Hace días que siento de nuevo ese gusanillo perdido a lo largo del tiempo y por fin he aclarado el motivo.

Como periodista hace tiempo que perdí también la esperanza en encontrar fórmulas que enderezaran el rumbo de un planeta que va a la deriva. Quizás sea cosa de la edad, no lo sé con certeza. Pero hay de nuevo un motivo que, cual montaña rusa de sensaciones, lleva meses luchando por devolverme la ilusión que me traían los Reyes Magos. Quiero apostar por él soñando con que no me vuelva a fallar. La inagotable valentía de María Corina Machado y el semblante honrado de Edmundo González, luchando a brazo partido desde que ganaron las democráticas elecciones en Venezuela, han dado la vuelta al calcetín en esta increíble historia de consecuencias impredecibles. Tanto para mí, como para el mundo entero.

¿Estamos todos haciendo lo que la causa de la libertad requiere? Libertad, justica y democracia para Venezuela, no es sólo un lema que recorre la corteza terrestre, es una prueba de fuego a la que nos enfrentamos de cara. Estoy expectante, con la misma ilusión que un niño al despertar en el día de Reyes. Hasta el próximo 10 de enero quiero coserme a la piel la confianza de que habitamos un planeta por el que vale la pena luchar. Ese es mi deseo y eso es lo que les pido a sus Majestades, que se queden unos días de más en Venezuela para, con la ayuda del bien, despierten ese día a todos sus ciudadanos con el regalo de la democracia, la justica y la libertad que un mal nacido les lleva años robando.

Es un deseo que va mucho más allá. El mundo, que allí fija sus ojos estos días, necesita demostrarse que el bien sepa que le miramos con lupa y confiamos en él. La fuerza que los venezolanos han demostrado a lo largo y ancho de todo el planeta, es un espejo en el que nos sentimos reflejados, con la respiración contenida y el corazón encogido, a la espera que la unión de los buenos no les abandone.

Bastante vergüenza sentimos como españoles de estar bajo el yugo de este miserable gobierno de trileros y psicópatas, que ha dado la espalda al pueblo hermano, como para tener que certificar que el resto también lo hace. Por lo que toca dar las gracias a todos esos valientes dirigentes que les están arropando, conscientes de que ha llegado el momento decisivo y ahora no toca fallar. El bien no puede seguir cogiéndosela con papel de fumar y sabe que debe actuar de la manera que sea necesaria. Edmundo González debe tomar posesión del cargo de Presidente de Venezuela, pues de lo contrario habremos fallado todos y el mal habrá vuelto a triunfar.

El mensaje de estos días es doble. Arropar a Edmundo es también decirle a Maduro que es un dictador y que no habrá rincón en la tierra en el que se pueda esconder. Ni podemos fallar al pueblo que ha votado masivamente a favor del cambio, ni a los 8 millones de exiliados que han tenido que abandonar su país de manera forzosa. No hacerlo es igual a ser cómplices del silencio frente a las injusticias y los atropellos de un régimen. Es abrir la puerta a que lo mismo pueda algún día suceder muy cerca.

Lo confirmó la agencia del recientemente fallecido Presidente Carter y hoy es una constatación mundial: Edmundo González ganó las elecciones con el 67% de los votos. Más de 4 millones de sufragios por encima del dictador, además de no permitir el voto a los 8 millones de venezolanos en el exilio. Si Maduro vuelve a hacerse con el poder, no habrá perdido sólo Venezuela, habrá perdido el bien.