La caída de los precios de las materias primas, ¿avisa de una recesión?
Los desajustes provocados por la rápida recuperación tras la pandemia dieron el primer gran impulso a los precios de las materias primas en la primavera de 2021. La invasión rusa de Ucrania el pasado febrero, fue el detonante de una nueva subida por el miedo a que se produjera una falta de suministros, especialmente de los productos energéticos.
Tras ese pico de los precios que afectó tanto a productos alimentarios, como a metales para la industria o artículos perecederos como azúcar y café, buena parte de esas materias primas, excepto las relacionadas con la energía, han iniciado en el último mes un descenso que ha llevado a los precios a niveles previos a la guerra. Aunque el efecto de esta tendencia puede ser positivo, el problema es lo que puede haberla originado: el miedo a una recesión provocada por las medidas para frenar una inflación que está en máximos de los últimos 40 años.
“Creo que estos movimientos de los últimos días, en especial la caída fuerte del petróleo es, sobre todo, porque cada vez se asume como más inevitable que veremos una recesión en algún momento en los próximos trimestres. Generalmente, caídas generalizadas de las materias primas de manera coordinada como las que estamos viendo suelen indicar que la demanda está flojeando o, por lo menos, que el mercado descuenta una menor demanda en el futuro”, señala Ángel Talavera, economista jefe para Europa en Oxford Economics.
Los granos cuestan menos que antes de la guerra
Una de las primeras consecuencias del conflicto bélico fue el fuerte aumento de los precios del grano ya que, según el informe de Perspectivas Económicas de la OCDE, Rusia y Ucrania representan de forma conjunta cerca del 30% de las exportaciones mundiales de trigo.
La Unión Europea advirtió a las pocas semanas de la invasión de que Rusia estaba utilizando este cereal como arma de guerra y estaba reteniendo su salida para inflar los precios. Esta estrategia provocó que estos se dispararan y llegaran a subir un 57% en el mercado francés de futuros del trigo molido a mediados de mayo. Desde entonces, la senda ha sido descendente y mantiene solo un 19% del alza registrada.
La afectación de la guerra sobre el mercado internacional del trigo llevó también a que el precio de los contratos en Estados Unidos se encareciera un 62% diez días después de la invasión. Pero actualmente cotizan por debajo de los niveles en los que se encontraban antes del conflicto, con una rebaja que ha llegado a alcanzar el 21% desde principios de junio, momento en el que se acercaron las negociaciones entre Rusia, Ucrania y Turquía para establecer un corredor que permitiera liberar las exportaciones de cereales, aunque aun no ha terminado de materializarse.
La misma tendencia se calca en los mercados de futuros norteamericanos del maíz y la soja. En ambos casos, los precios son inferiores ya a los que se registraban a finales de febrero, con descensos del 18% y el 15%, respectivamente, en el último mes.
Caídas de los metales industriales
Como consecuencia de la guerra y de las posteriores sanciones a Moscú, los mercados de metales industriales, del que Rusia es uno de los principales exportadores mundiales, sufrieron también fuertes subidas.
El aluminio, que ya se había encarecido por la crisis de la cadena de suministros postpandemia, llegó a subir un 15% en apenas una semana. También el cobre registró alzas cercanas al 10% en ese mismo espacio de tiempo.
Pero hoy ambos cotizan en los mercados de futuros, no solo por debajo de los precios previos a la guerra, sino que acumulan fuertes caídas en lo que llevamos de año. Varios motivos están detrás de estos descensos: la inflación y la subida de las tasas de interés por parte de los bancos centrales, junto a una menor demanda de estos productos en China, el mayor importador mundial de estos productos, por los nuevos confinamientos para frenar el covid.
El cobre, que se utiliza en muchas actividades industriales, que van desde la fabricación de electrodomésticos a las tecnologías verdes, ha perdido un 21% desde el inicio de 2022.
El petróleo inicia el descenso y el gas se mantiene al alza
Los productos energéticos que están en el origen del fuerte aumento de la inflación no marcan aun una tendencia negativa. Aunque el petróleo, tanto el Brent como el WTI, ha moderado esta semana las subidas registradas en los últimos meses y se ha estabilizado en torno a los 100 dólares el barril, los expertos consideran que la volatilidad de estos mercados es todavía muy elevada y no permite sacar conclusiones sobre su tendencia en el corto y medio plazo.
Y frente a esto, lejos de descender, el gas está intensificando aun más sus subidas por el miedo a un próximo corte del suministro. Y es que a la reducción de los flujos procedentes de Rusia que se ha producido desde mediados de junio, se suma ahora el temor a que tras las labores de mantenimiento que obligan a dejar inoperativo el gasoducto NordStream1 durante diez días, este no vuelva a entrar en funcionamiento.
Una posibilidad que ha disparado los precios de los futuros en el mercado holandés TTF hasta un 25% en solo una semana y ha llevado el megavatio hora por encima de los 183 euros, el nivel más elevado desde que tocara los 200 en marzo, días después de la invasión.
Síntomas de desaceleración económica
A pesar de los descensos generalizados en los mercados de materias primas (a excepción del gas), muchos expertos estiman que la evolución actual de los mismos no tiene porqué ser un indicio de una recesión económica.
"La reducción de los precios es algo puntual de los últimos días. Dada la alta incertidumbre en que nos movemos se producen cambios drásticos, e igual que han bajado pueden volver a subir, así que hay que analizar si dentro de un mes esas caídas se mantienen", señala Miguel Ángel Ariño, profesor de IESE, y autor del Índice de Incertidumbre Económica (I3E). En la última publicación del mismo se advierte de que se mantienen las "turbulentas circunstancias" económicas de los últimos meses y se alerta de un deterioro de la situación después del verano.
Aun así, señala que una posible recesión, sobre la que cada vez parece haber más consenso, no tiene porqué venir precedida por una bajada de los precios de las materias primas. "Al contrario, pueden seguir subiendo determinados precios que impulsen al alza la inflación y que obliguen a acometer mayores subidas de los tipos de interés".
Lo que los descensos registrados hasta ahora señalan, dice el analista de AFI, Javier Pino, es únicamente un menor ritmo de la actividad económica. "Estas caídas no tienen por qué estar indicando que nos dirijamos a una recesión, pueden estar indicando solo una desaceleración del crecimiento a nivel global y eso se refleja en un menor crecimiento de la demanda de estas materias primas en un momento en el que todavía la oferta va a seguir siendo restringida. Pero no podemos hablar aun de que vayamos a tener dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo".
Y aunque reconoce que las probabilidades de entrar un escenario de recesión son cada vez más elevadas, considera que estas señales de reducción del crecimiento han venido con una caída de las expectativas de inflación, que indican que la economía no tendrá la fortaleza para aguantar las subidas de tipos que se esperaban hace solo un mes. "Esa desaceleración de la actividad le ha hecho ya parte del trabajo a los bancos centrales a la hora de combatir la inflación".