Joserra González de Zárate: “No existe la sensación de que Mazón esté sentenciado como político, más bien al contrario ”

El mandato del jefe del Consell, Carlos Mazón, se divide a mitad de legislatura en dos etapas dispares y alejadas con un elemento de separación evidente: el antes y después de la tragedia de la dana. Los primeros 15 meses de Mazón al frente de la Generalitat fueron tranquilos. Se selló rápidamente un pacto de gobierno con Vox, cumplió con algunas de sus promesas electorales como el recortes de asesores o el descenso de algunos impuestos, estableció una estrategia de reivindicación y contragolpe frente del Gobierno de España de Pedro Sánchez y buscó incrementar su visibilidad con audaces tácticas en las redes sociales.

Por el contrario, los últimos ocho meses se han convertido en un calvario para él. Más allá de las dificultades de gestionar la titánica tarea de reconstrucción de la Dana, ha tenido problemas para encabezar actos públicos debido a los abucheos en la calle, ha sufrido la presión de los medios de comunicación nacionales, la falta de sintonía con las asociaciones de víctimas, y un cada vez más pronunciado abandono por parte de la dirección nacional de su partido.

Más allá de la defensa esgrimida desde el Gobierno valenciano respecto a la falta de información por parte de las instituciones estatales como la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), hasta el momento la percepción general parece señalar que, al margen de que la competencia sobre Protección Civil y Emergencias recayera sobre la Generalitat, Mazón falló en el día clave o, al menos, no estuvo donde tenía que estar.