Gas o guerra: el invierno del descontento se cierne sobre Europa

Esta historia se podría contar como la enésima variante del efecto mariposa: cómo la turbina de un compresor inmovilizada en Canadá puede terminar afectando a tu puesto de trabajo. Pero el asunto es menos sutil y más ruidoso que el aleteo de una mariposa. Rusia empieza a usar el gas natural como arma de guerra para responder a las sanciones y armamento occidentales que desafían sus ambiciones imperiales en Ucrania. Y Europa teme que la decisión rusa aboque al continente a una recesión en 2023 y desate el descontento en las calles por los altos precios de la electricidad y los combustibles. Gas o guerra.

Al gas se suma el petróleo, por la guerra de Ucrania, por el déficit de diesel, por los cuellos de botella en las refinerías... La crisis energética puede explicar el 40% de la inflación, según el Banco Central Europeo (BCE). “Por si no fuera una cifra ya relevante, este coste es también responsable de una parte importante del efecto contagio que vemos a otros bienes y servicios”, explicaba la presidenta del BCE, Christine Lagarde, esta semana. 

La turbina de Siemens

El 14 de junio Rusia redujo un 40% el envío de gas a Alemania través del gasoducto Nordstream1. ¿Por qué? El gigante energético ruso Gazprom dice que le falta un compresor de la alemana Siemens para llevar a cabo su revisión habitual de mantenimiento en verano. La turbina está en una fábrica de Canadá y, en teoría, no se puede enviar a Rusia por las sanciones impuestas a Moscú. Alemania dice que esto es un pretexto, que Gazprom ya tiene esas turbinas, que Rusia no ha elevado el envío de gas por otros tubos para compensar la bajada del Norstream1, cuando puede hacerlo.

Saltan las alarmas

A partir del 14 de junio, el precio del gas se dispara de 80 a más de 130 euros el megavatio hora (MWh) en el mercado de referencia europeo. El miércoles 22 de junio el director de la Agencia Internacional de la Energía advierte que Europa debe prepararse ante un corte del gas ruso. Al día siguiente, Berlín eleva la alerta de su plan de contingencia ante la falta de gas. El próximo y último nivel es el de emergencia y comporta racionamiento.

Europa no puede vivir sin el gas ruso

Europa ha reducido a la mitad sus importaciones de gas ruso -de un 40% al 20%-, pero ni en el escenario más optimista podrá suplirlo del todo. Aun sumando todas las alternativas (más importación de gas en buques de otros países, reducción de un grado de la temperatura de las calefacciones, más paneles solares…), se quedará sin cubrir un tercio de la energía que le manda Moscú en forma de gas natural, según estimaciones de Financial Times.

“No se puede sustituir íntegramente y seguir funcionando igual”, dice Gonzalo Escribano, experto en la geopolítica de la energía en el Real Instituto Elcano. “Yo participé en estudios de la Comisión Europea después de los cortes de 2006, 2007 y 2008 y la conclusión es que el único corredor de gas que no podemos sustituir es el ruso”. Pero, antes de la guerra, nadie tenía un plan ante este escenario.

Las reservas, en peligro

Si este no es el cuento del efecto mariposa, tampoco es el de la cigarra y la hormiga. Las ‘hormigas’ europeas se están preparando en verano para un eventual corte del gas ruso en invierno. No sólo han reducido sus importaciones, también está elevando sus reservas. Pero puede que ya sea tarde. Si Rusia corta el suministro, será imposible garantizar el gas en invierno.

De hecho, Alemania reconoce que “si Rusia mantiene tan bajos sus envíos por el Nordstream1, no será posible llegar al 90% el 1 de noviembre sin medidas adicionales”. Ahora tiene unas reservas subterráneas al 59%.

España está por encima del 71%, pero la capacidad de almacenamiento subterráneo de España es siete veces inferior a la de Alemania. España gana de largo en el almacenamiento en superficie de gas natural licuado (GNL), el que llega en barco. Con sus seis plantas a lo largo de la costa, cuenta con un tercio de toda la capacidad europea.

¿Directos a una recesión?

¿Tanto pesa el gas en la economía europea? El gas natural se emplea en la industria, el sector residencial y en la producción de electricidad en las centrales de gas (o ciclo combinado). En España supuso un 17% de la generación eléctrica en 2021, en Alemania un 12%.

Sea mucho o poco, es la energía de último recurso cuando las demás no cubren la demanda. El respaldo del sistema. Ahora y en el futuro inmediato, según los planes de transición energética. Sin el gas, habría apagones.

Entre electricidad, calefacción y usos industriales, el gas es la segunda fuente de energía de Alemania. Cinco centros de análisis económco de este país dan por hecho que un corte súbito y total del gas ruso metería a la primera economía europea en recesión en 2023 y, previsiblemente, arrastraría al resto del continente.

Racionamiento inevitable

En los países más adictos al gas de Putin “va a ser muy difícil evitar el racionamiento si esto se mantiene así”, dice Gonzalo Escribano. “Se preservarán hospitales, colegios, sector residencial, los grupos más vulnerables, se cortarán contratos de interrumpibilidad [industrias u otros grandes clientes que pagan menos a cambio de que se les pueda cortar el suministro cuando sea imprescindible]. Está bastante detallado”.

Todos los países europeos han diseñado planes de contingencia ante un corte del gas, excepto España y Portugal. En España no habrá racionamiento, ha importado un 7% de su gas desde Rusia en el último año, “pero la presión de precios va a ser brutal”, subraya Escribano. Y el precio del gas, pese al tope, eleva el de la electricidad. “A la vuelta de las vacaciones, los precios de la electricidad y de las gasolinas van a plantear un problema de primera magnitud de orden político a todos los gobiernos europeos”, añade el analista del Real Insitituto Elcano.

Vuelve el carbón, ¿y las nucleares?

La crisis del gas amenaza los compromisos con la reducción del CO2. Austria, que importaba un 80% de su gas de Rusia, va a convertir una central de gas en carbón. Los Países Bajos y Alemania también lo prevén. “Ya hemos visto que las emisiones en CO2 de Alemania el año que viene van a aumentar un 22%”, dice Escribano. No en España, porque ya se han cerrado prácticamente todas las centrales de carbón. ¿Prolongará Alemania las centrales nucleares que iba a cerrar este año? “No es fácil”, sostiene el analista. “Para una situación de emergencia es más fácil tirar de centrales de carbón y fueloil que invertir y reacondicionar nucleares”.

Y Rusia ¿no sufre al dejar de vender su gas a Europa?

“Rusia esto lo tenía bien pensado. Tenía una economía de guerra. Están aguantando el tirón, tendrá un coste económico para ellos, sobre todo a largo plazo”, dice Escribano. Los mayores ingresos de Rusia proceden del petróleo, no del gas. Y aunque lo venda a descuento en Asia, compensa la pérdida del mercado europeo con la enorme subida de precios en estos últimos meses, de los 80 dólares el barril de finales de 2021 a los más de 120 actuales. Si termina la guerra o se llega a un alto el fuego, sería un error volver a depender del gas ruso, dice este el analista de Elcano: “La situación en la que estamos es básicamente responsabilidad de la Ostpolitik alemana [política de acercamiento al Este]”.

De Willy Brandt a Schroeder y Merkel, la debilidad alemana con Rusia es recurrente. Esta semana el canciller alemán Olaf Scholz ha tenido que corregir a su principal asesor en política exterior por sugerir que en el futuro habrá que restablecer la relación con Rusia. "Asociarse con la Rusia agresiva e imperialista de Putin es inconcebible", ha dicho el canciller. Al viejo Telón de Acero, militar y político, de la Guerra Fría le viene a sustituir un nuevo telón de acero económico -de gas y petróleo- que recorre Europa desde el Báltico al Mar Negro. Al menos mientras Vladimir Putin asìpire a emular al zar Pedro el Grande. Después, ya se verá.