El tercermundista SEPE, otro escarnio en plena pandemia

Hay algo peor que caer víctima de la crisis, fruto de un ERE masivo en una gran empresa o de una cadena de despidos concretos en una firma mediana o pequeña, y es que un pretendido Estado social y democrático de derecho no abra su paraguas para proteger a esa víctima, dejándola indefensa, debilitada, abocada a una depresión personal y familiar mayor con un desgaste incalculable.

Es abracadabrante que el gobierno alardee de no haber dejado a ningún español atrás, como consecuencia de la crisis del Covid19, cuando la gestión de los ERTES está resultando simplemente desastrosa. El propio sindicato más representativo en las administraciones públicas, CSIF, ha alertado de que las citas presenciales para dirimir los problemas derivados del impago de prestaciones se retrasan un mes, y otro, y otro… sin ver pasar un solo euro. Algo, literalmente, insostenible cuando los ahorros en la cartilla menguan y menguan y menguan.

Las incidencias en el sistema se cuentan por cientos de miles, los expedientes se acumulan en un auténtico ‘efecto manada’. Papel sobre papel que remite desde la tinta a situaciones dramáticas, y las medidas del gobierno que no terminan de llegar para remontar una situación que se agrava sin cesar: el Ministerio de Trabajo, ni sabe ni contesta.

Ante una hecatombe de las dimensiones que padecemos, acentuada por la propia torpeza en el ausente liderazgo de Moncloa, es inaudito que no se haya llevado a cabo una oferta de empleo público extraordinaria y específica para el SEPE, para que las personas más vulnerables y hasta desesperadas no queden, literalmente, tiradas en la cuneta.

Sánchez-Iglesias no quieren verlo por un evidente sentimiento de culpa, lo manifiesten o no, que es y será que no. Pero España atraviesa una situación de emergencia social, ya, en tiempo presente, y las previsiones económicas y del mercado laboral en modo alguno señalan ahora el camino de la recuperación. Todo lo contrario. Sólo el calendario podrá ya poner en su sitio a un bigobierno que, semana a semana, hace auténticas exhibiciones de insensibilidad. Predicando sus portavoces, como los fariseos que fingían sus creencias y su moral, exactamente lo contrario.