Ayuso y el hijo pródigo catalán

Nunca quise entender del todo la parábola del hijo pródigo. Tal como cuenta San Lucas en su evangelio, esta se refiere al hijo que pide la parte de la herencia a su padre y la dilapida. Una vez arruinado, el padre le vuelve a acoger y ordena matar al mejor becerro que tienen en su honor. Además del becerro sacrificado, el que se queda con cara de tonto es el hermano fiel a su padre, que ha estado trabajando su finca mientras su hermano dilapidaba su herencia.

En este sentido, la reciente conferencia de presidentes autonómicos me deja bastante desconcertado. Cada vez entiendo menos la gestión de los diferentes organismos públicos nacionales que gastan más allá del presupuesto pensando eso de que el pago de la deuda es como el monstruo del lago Ness, que o no existe o que de existir no lo vas a ver nunca.

Me es incomprensible también entender cómo es posible un acuerdo de financiación autonómica bilateral con Cataluña, pero a su vez multilateral con el resto. Parece que hemos entrado ya en el multiverso de Sánchez donde todo es posible, como por ejemplo que él mismo aparezca con una varita mágica que le permita hacer desaparecer porcentajes de la deuda autonómica sin que las finanzas nacionales se resientan. Y si usted se pone a dudar de que eso es posible, prepárese a ser exiliado en la fachosfera.

Yo de hecho, ya debo estar allí, ya que me es insoportable escuchar al president de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, repartiendo carnés de solidarios e insolidarios entre el resto de los presidentes o sentando cátedra de lo justo que es perdonar la deuda a su comunidad por los agravios que han sufrido desde tiempos de Wilfredo el Belloso.

Al menos, sí ha sido reconfortante escuchar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ser muy sensible a la problemática valenciana tanto de la infrafinanciación como por el desastre de la DANA.

El presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero definió un modelo de financiación autonómica que perjudicaba sobre todo a las dos autonomías que entonces eran el granero de votos del Partido Popular: Madrid y Comunidad Valenciana.

Mariano Rajoy, con mayoría absoluta, no hizo nada por devolver cierta lógica a ese modelo de financiación. Sánchez mueve sus promesas de reducciones de deuda mientras todos los presidentes respiran aliviados, sin saber que esa condonación no hace que desaparezca, sino que se reparta de nuevo entre el resto de las autonomías.

Las promesas de un nuevo modelo de financiación chocan de lleno con las autonomías que se saben mejor financiadas y ninguna va a dar el brazo a torcer. Y ahora, con la situación política actual, hemos entrado de lleno en 1945, en el bunker de Berlín donde Hitler movía figuritas que representaban divisiones panzer, mientras ninguno de sus generales se atrevía a decir que esas unidades ya no existían o que en el mejor de los casos estaban formadas por niños y personas mayores sin apenas armamento.

Al final, Sánchez hace como si les dijera la verdad, y el resto de los presidentes hacen como si le creyesen. Como esto siga así, no nos va a quedar otra que, en vez de defender un modelo autonómico de financiación justo, tendremos que ponernos a reivindicar el cupo valenciano y recordar los agravios que sufrió el Cid, cuando era el señor de Valencia, por parte de los reyes de Castilla.

La otra alternativa es seguir siendo el hermano del hijo pródigo. No sabemos cómo continua en el evangelio la parábola del hijo pródigo, pero si este fuese Salvador Illa nos lo podemos imaginar. Una vez reintegrado en la familia, al tiempo volvería a pedir la mitad de la herencia, que volvería a dilapidar, y así una y otra vez hasta que no le quedase nada a su padre y al hermano trabajador. Y si usted cree que esto es imposible, no tiene nada más que mirar cómo les está yendo con el cupo a los del País Vasco.