Ángel Arroyo: "Miguel Induráin superó a Perico Delgado con una pierna"
Un problema al coger el Cercanías dirección Villalba hizo que Ángel Arroyo (El Barraco, Ávila, 1956) esperara a un servidor para hacer esta entrevista. Con gestos como este, se comprueba su amabilidad: "No te preocupes, majo. Aquí te espero".
—Joder, sí que me has reconocido rápido —comentó Ángel entre risas cuando por fin llegué—.
—Estaría bueno que no supiera quién era.
La historia de Arroyo y el ciclismo empezó como los amores a primera vista. Su tío apareció con una bici en su casa y se quedó prendado. A partir de ahí, se convirtió en su mejor compañera de viaje, ya fuera para montar por su cuenta o para competir en carreras.
Participó por primera vez en una carrera el día que cumplió 16 años. Su sacrificio lo llevó hasta los dos mejores equipos profesionales, Zor y Reynolds, que alternó durante su etapa en activo. Su mayor hazaña fue el subcampeonato en el Tour de Francia en 1983. Aquel evento no lo cubrió al principio TVE, pero no le quedó más remedio cuando se aproximó al título.
La espina que siempre le quedará es la Vuelta a España de 1982. Arroyo fue el campeón, pero le quitaron el título por dopaje al dar positivo en la antepenúltima etapa. "En las tres últimas carreras di un positivo y dos negativos. Eso es imposible. No das positivo un día y al siguiente no", explica. Tras dejar la bici por una brucelosis, no tuvo problemas en ponerse a trabajar. Actualmente, es propietario de tres lavaderos de coches y de un negocio de casas rurales que gestiona su hija.
PREGUNTA. Usted le dijo a sus padres "o me compráis una bicicleta o me voy de casa". ¿De dónde le viene el interés por el ciclismo?
RESPUESTA. Fue algo atípico. Nosotros vivíamos en un caserío, en el campo, y yo no tenía roce con más niños. Un día apareció mi tío con una bicicleta y aquello me despertó un interés tremendo. De hecho, yo enseñé a mi hermano mayor a montar; yo le sujetaba la bici. Mi tío tenía la bici como medio de transporte porque trabajaba en una finca cercana a la nuestra. Allí había viñas, donde los trabajadores picaban con pico y pala. Nada de excavadoras.
P. No es común ver al menor enseñándole al mayor.
R. Yo le sujetaba y le decía que lo hacía muy bien. Sin embargo, de buenas a primeras, lo soltaba y zas. Las caídas eran tremendas (risas).
P. De El Barraco han salido usted, Chava Jiménez y Carlos Sastre (este último llegó al pueblo con 18 años). ¿Qué les dan allí de comer?
R. Cuando participé en la Vuelta, se hizo una escuela con mi nombre y un amigo la patrocinó. A partir de ahí, entraron en ella todos los que me nombras.
P. ¿Quiénes eran sus ídolos? Cuando usted empezó, tanto Bahamontes como Ocaña ya habían ganado el Tour de Francia.
R. A mí me gustaba la bici, pero yo no tenía ni idea de competir. Antes de convertirme en profesional, vi por televisión a Lasa, a Ocaña… Aunque esos eran referentes, lo único que tenía claro era que me gustaba el ciclismo. No quería ser ni más ni menos.
P. ¿Usted ya pensaba en dedicarse profesionalmente al ciclismo en aquella época?
R. Cuando empecé a correr, no había medios. Un señor de mi pueblo me preguntó una vez si me gustaba el ciclismo. Al responderle que sí, me dijo que tenían que federarme. Eso fue tremendo para mí. Tuvimos que hacer muchos viajes a la federación porque no nos hacían caso. Pero, finalmente, me saqué mi primera licencia.
P. ¿A qué edad fue eso?
R. Corrí mi primera carrera el día que cumplí 16 años. Ese día, me colocaron en primera fila. Cuando me quise dar cuenta, estaba el último (risas).
P. ¿Cuándo tuvo usted su primera bici?
R. Mi padre fue un día al mercado de Ávila. Allí encontró una bici que me compró por 20 duros (60 céntimos). Mis padres eran los caseros de la finca de un familiar de Adolfo Suárez.
"Mi hermano bajó por una cuesta con la bici y me la estampó. Qué disgusto me llevé"
P. ¿Coincidió usted con Suárez?
R. Yo no, pero mis padres sí, porque Suárez los conocía. No sé qué parentesco tenía ese familiar con Adolfo.
P. ¿Qué pasó con esa bicicleta?
R. Era de piñón fijo y sin frenos. Mi hermano, al que enseñé a montar, bajó un día por una cuesta con ella y se estampó (risas). Qué disgusto me llevé porque me la destrozó. Luego él usó la bici de mi padre, pero no llegaba a los pedales… La siguiente que me compraron tenía una rueda de 50 y el desarrollo de 48 y 18. Para subir me costaba, para bajar no y en el llano estaba apañada. Yo hacía entrenamientos de profesional cuando era un niño. En aquella época, yo comía lo que podía. No pasábamos hambre, pero igual no comíamos lo adecuado.
P. Cuénteme cómo fue aquella primera carrera.
R. Era de aficionados y había 60 corredores; finalicé 30.º. Fui a correr otra a Cuéllar (Segovia) y quedé 12.º. En la siguiente, salían primero los aficionados y luego los chavales. Como hicimos una salida tan rápida, nos mezclamos. Finalmente, acabé cuarto. Yo pensé que en la siguiente ganaría por la ascensión que llevaba. Sin embargo, me metieron una paliza (risas). Tras esas carreras, le insistí a mi madre para que me comprara otra bici. Todavía la conservo. Esa costó un dineral: 25.000 pesetas de la época (150 euros). Como entrenaba mucho con ella, las ruedas se desgastaron una barbaridad. ¡No te puedes imaginar las chapuzas que hacía! No tenía ruedas de repuesto y no sé cómo me las apañé para ir cambiándolas.
P. ¿Cuál fue su primer equipo?
R. Uno del pueblo. El Frente de Juventudes de allí nos pagaba la mitad del viaje en el taxi, en el que viajábamos siete u ocho. El resto lo pagábamos nosotros. Yo iba siempre con ellos, pero llegó septiembre y ellos no querían correr más, así que me fui yo solo a una carrera.
"Yo era un paletillo de pueblo que no había cogido el tren en mi vida"
P. ¿Cómo fue esa experiencia?
R. Me fui solo a un municipio de Palencia. Yo era un paletillo de pueblo que no había cogido el tren en mi vida. Cuando me monté con la bici, tuve que agarrarla siempre bien para que no me la tiraran. Llegué a las cinco de la mañana a una estación que no tenía puertas. Allí pasé mucho frío.
P. ¿Durmió en la estación?
R. Sí, porque cuando le pedí dinero a mi madre me dijo que no había financiación. Tuve que romperle a mi hermano pequeño la hucha con su permiso y fui con lo justo. A la mañana siguiente, me fui en bici hasta el lugar en el que empezaba la carrera. Te voy a contar una anécdota de aquella carrera.
P. Cuente, cuente.
R. Desayuné en un bar del pueblo en el que competí. Allí había dos señores y apostaron que me darían un dinero si yo ganaba. Y la fianza se quedó en el bar. Recuerdo que a los 20 primeros les daban una dieta de 200 pesetas (1'20 euros). Tenía que hacer una de esas posiciones para volverme porque me había quedado sin dinero.
P. ¿En qué posición quedó?
R. Yo iba rezagado con respecto a los que iban en cabeza, pero ataqué al final y los alcancé. Y gané. Me llevé la fianza, me invitaron a comer en ese bar y logré un premio de 3.500 pesetas (21 euros). Eso era el sueldo de un mes de un trabajador.
P. ¿Qué hizo con el dinero? ¿Se compró una bici nueva?
R. Aquel dinero tuve que repartirlo entre todos los integrantes del equipo porque esas eran las normas. Yo hablé con los compañeros cuando corrimos dos o tres carreras más. Y les fui claro: necesitaba que ellos también hicieran algún buen puesto porque tenía que cambiar mi bici, que estaba hecha un desastre. Me dijeron que si no repartía lo ganado con ellos, que no correría en su equipo.
P. ¿Qué hizo?
R. Llamé a un amigo de Salamanca para que hablara con el director de su equipo porque yo en ese momento no tenía. Su respuesta fue que no tenía que pagar nada, solo correr con ellos. La primera carrera que disputé con ese equipo fue en Mérida y me encontré con mis antiguos compañeros. Al verme, me comentaron: "Ellos ganarán hoy, pero tú ni te les acercas". Empezamos a subir un puerto y la gente se fue cansando, así que ataqué al final. Y gané otra vez. Al año siguiente corrí las carreras menores y pasé a la categoría aficionado.
P. Usted ganó peso en el ciclismo cuando se convirtió en jefe de filas del Reynolds en 1982. ¿Qué supuso eso para usted?
R. Nada porque era un tipo sencillo. En ese momento, ya había sido sexto en la Vuelta. Solo estuve en dos equipos en mi carrera, el Reynolds y el Zor.
P. ¿Por qué esos cambios de equipos?
R. Cuando me fui al Reynolds por primera vez, lo hice por tema económico. Mi primer sueldo en el Zor fueron 35.000 pesetas (210 euros) mensuales, que solo cobrábamos en 10 meses.
P. Dinero no se hacía en aquel ciclismo…
R. Nosotros corríamos prácticamente sin ánimo de lucro, solo queríamos ser ciclistas. De 35.000 pesetas pasé a 90.000 (540 euros) y luego a 150.000 (900). Más tarde, me ofrecieron otra subida, pero no era lo que yo quería.
P. Y se fue al Reynolds.
R. Así es. Es que había una diferencia de 300.000 pesetas (1.800 euros) entre un equipo y otro. Llamé al director del Zor, pero no me lo cogió, así que me comprometí con el Reynolds. Nos iban a fichar a Pedro Muñoz y a mí a la vez, pero él se echó para atrás. Yo les fui claro a los dirigentes: "No sé qué habrá hecho Pedro, pero yo les he dado mi palabra y la voy a cumplir". Me respondieron: "No sé si hemos cogido a un buen ciclista, pero sí a un tío de palabra".
P. ¿Qué le dijo el director del Zor?
R. Me preguntó por qué me iba. Yo le dije que lo llamé, pero no me cogió el teléfono. "No tenía la tela [el dinero]", me contestó. No lo tendría, pero tendría que haber cogido el teléfono y decírmelo.
P. En Reynolds coincidió usted con Perico Delgado.
R. Cuando él llegó, era un chavalito. Él dice que lo ayudé mucho con mis consejos, pero yo no me di cuenta. En el Tour que ganó, me quedé a minuto y medio de él.
"Para ganar el Tour me faltó haberlo conocido. Esa fue mi primera participación"
P. ¿Mantienen el contacto?
R. No mucho.
P. Usted ganó en 1982 la Vuelta, pero se la quitaron por dopaje. ¿Qué ocurrió?
R. Fue lo peor que me pasó porque era algo defendible. Yo pasé 11 controles seguidos ese año en el que fui el líder. Cuando llegué a la etapa de Madrid, que finalizaba en Navacerrada, me dieron ganador. En la antepenúltima etapa, sin embargo, di positivo y en las dos últimas negativo. Eso era imposible. Porque, si das positivo un día, al día siguiente tiene que ocurrir lo mismo. La Vuelta la gané, pero luego me la cepillaron.
P. Su gran momento fue en 1983, cuando usted quedó subcampeón en el Tour. ¿Qué le faltó para ganarlo?
R. Haberlo conocido, porque esa fue la primera vez que participé. No soy muy de redes sociales, pero una vez leí que hubo un debate en el que la gente argumentó cuándo perdí el Tour.
P. Usted protestaba cuando acababa las etapas del Tour porque tenía que lavarse el maillot. Cómo han cambiado los tiempos…
R. Ha cambiado muchísimo. Eso era horroroso porque llegabas cansado y te tocaba lavar la ropa. Finalmente, me opuse a eso y les decía a los miembros del equipo que lo echaran a lavar en el hotel. Y que pagásemos lo que costase. Me enfadaba especialmente en las vueltas grandes porque no tiene nada que ver con una pequeña.
P. He leído que usted dijo que los franceses trataban a los españoles como ciclistas de segunda fila. ¿Por qué sostiene eso?
R. En realidad, éramos de segunda fila. En unos desayunos de Europa Press, me enteré de que estaban los hijos del periodista Chico Pérez. Allí dije que fuimos al Tour por él.
P. ¿En 1982 se percató usted de que era posible ganar en el Tour?
R. Al Tour fuimos a ver qué pasaba porque nos hablaban todos mal de esa gran vuelta. Es la carrera más diferente por la velocidad, porque se disputa una meta volante como si fuera una etapa.
P. Cuando usted fue subcampeón, ya habían ganado el Tour Ocaña y Bahamontes. A pesar de que usted no fue un pionero, ¿cree que cambió la mentalidad de los españoles?
R. Sí, sí. Los españoles no querían ir al Tour y desde ese momento no fallaron. Todo va por épocas. Porque hemos tenido unos años que, si nos los cuentan, nos creemos que es una película: Induráin, Contador…
P. Usted se perdió el nacimiento de su hija por estar compitiendo en el Tour. ¿Se arrepiente?
R. No. Ganar el Tour habría sido la hostia, pero no me habría cambiado mucho la vida.
P. ¿Por qué?
R. Eso es un error que tiene la gente. Hay gente que ha ganado Tour, pero que no le sobra el dinero.
"Perico adelantaba y yo le decía: 'Desgraciado, quiero conocer a mi hija"
P. ¿Cuánto tardó en ver a su hija?
R. Yo vi la cara de mi hija porque un periódico suizo publicó una foto suya que hizo la Agencia EFE. Como no la vi nacer porque estábamos compitiendo, nos volvimos directamente desde Ámsterdam Perico y yo en su coche cuando finalizó el Tour. Delgado adelantaba a raya continua y yo le decía: "Desgraciado, que no voy a conocer a mi hija" (risas). Cuando nos quedaba poco para llegar, me comentó que me dejaría en Ávila en lugar de en Segovia con la condición de que yo condujera lo que restaba. Él se quedó dormido y yo aceleré muchísimo.
P. ¿Hay algún viaje que recuerde usted especialmente?
R. Sí, una vez fuimos a competir en dos carreras en Francia. El dinero lo llevábamos en una mariconera guardado y Perico nunca se despegaba de ella porque le gustaba el dinero. Paramos en un área de servicio y nos fuimos. Cuando estábamos fuera, exclamó Delgado: "¡¡La mariconera, la mariconera!!". Nos volvimos porque se la había dejado allí. Lo quería matar. Afortunadamente, no se la había llevado nadie.
P. TVE no cubrió el Tour de 1983 hasta que no le quedó más remedio por su hazaña. ¿Cómo fue aquello?
R. No tratábamos mal a los de TVE, pero ellos estaban enfadados. Tuvieron que pagar los derechos como si hubieran retransmitido íntegramente el Tour, aunque solo emitieron las últimas etapas. Yo me jugaba lo que me jugaba, así que estaba a lo que estaba.
P. ¿Estaba usted pendiente de la prensa cuando estaba en activo?
R. No, a mí nunca me gustó.
P. Entonces, me tengo que sentir un afortunado.
R. No, no (risas). Ahora he cambiado porque no es lo mismo estar en activo que sentarte y recordar tranquilamente las cosas. No me gustaba cruzar la meta y que viniera un periodista a pincharme. Prefería que vinieran luego al hotel y conversáramos más tranquilos.
P. Luego no le gustaban los 'canutazos'.
R. De la Morena no me gustaba. Y García tampoco. Ellos solo iban a montar su número. Con José Ramón cubrí un Tour, no recuerdo cuál. Me acuerdo que, si daba una rueda de prensa Induráin, él pasaba. Lo único que le gustaba era que el ciclista llegara con la lengua fuera a la meta y meterle el micrófono. No fue una buena experiencia.
"A mí me gustaba la bicicleta, pero no lo que había alrededor"
P. ¿Cuán importante fue José María García para que el interés por el ciclismo aumentara? Él usaba hasta helicópteros…
R. Eso nos dio mucha vida, sobre todo cuando las emisoras se metían en los coches de equipo. A mí me gustaba la bici, pero no lo que había alrededor.
P. Usted dijo que no fue un buen relaciones públicas. ¿En qué cree que falló?
R. Soy una persona de la que se pueden sacar muchas cosas. En función de quien me cogiera, podía sacar cosas buenas o malas. En esa época, yo era hombre de pocas palabras.
P. ¿Cómo ordenaría las tres grandes vueltas?
R. El Tour es la primera. Para mí era mucho más fácil ganar una etapa en el Tour que en la Vuelta.
P. Usted se retiró en 1989 por una brucelosis. ¿Qué ocurrió?
R. Eso era tremendo, mucho peor que el covid. Yo lo pasé hace poquito y estoy perfectamente. En cambio, cuando tuve brucelosis me tenía que dar la vuelta en los entrenamientos porque no podía. Dejé antes de tiempo el ciclismo por eso.
P. ¿Sigue saliendo con la bici?
R. Sí, dos veces a la semana. Yo sé regular mi termostato, ya lo hacía cuando competía. No tengo un grupo definido cuando salgo, así que suelo ir en la bici con mi hijo. Mi mujer tuvo un problema en la placenta y a punto estuvo de no venir al mundo.
P. ¿Cómo llevó la retirada?
R. Bien. Dejé la bici para no volver. No lo eché de menos jamás. Soy una persona muy inquieta y al dejar el ciclismo hice otras cosas. Compré un terreno y construí un edificio. Eso es lo único que he hecho sin financiación porque ahora lo hago todo con ella (risas).
P. Antes de montar el lavadero de coches, usted se dedicó al tema inmobiliario, pero fracasó. ¿Qué ocurrió?
R. Fue en Villalba. Compré siete parcelas y construí dos chalés. Llegó la crisis de los 90 y no los vendía, así que tuve que bajar los precios. Cuando dejé la bici, estaba verde en muchas cosas. Ahí fue cuando empecé a tratar con los bancos, que solo cuentan milongas.